Novedad: Cartas olvidadas de Jane Eyre y Anna Karenina

Hola a todos,

Justamente hoy sale a la venta un libro relativamente relacionado con Jane Eyre y no quería dejar pasar la oportunidad de dároslo a conocer. Espero que os llame la atención y que os animéis a leerlo.

Cartas olvidadas de Jane Eyre y Anna Karenina de Eugenia Tusquets Trias de Bes y Marga Iriarte Cela

Las Cartas olvidadas de Jane Eyre y Anna Karenina son el espejo del alma de las protagonistas de las obras homónimas de Charlotte Brontë y de León Tolstói. En ellas se autorretrata una Anna que escapa de la novela para revelar los secretos de sus adulterios y la errática búsqueda del amor ideal, mientras que Jane se muestra más conforme, pero sin dejar nunca de ser crítica con el mundo que le ha tocado vivir. En cada línea destellan las apasionadas impresiones de las dos mujeres acerca de sus amores, viajes, vida social y artística… Hay, por añadidura, un ominoso asesinato que, a pesar de la distancia, Jane intentará resolver con ingenio. Estas cartas forjan una amistad ―las dos amigas jamás se verán, a pesar de su ferviente deseo de hacerlo― que da la medida de unas mujeres que vivieron, tanto en la sociedad rusa como en la inglesa, una época de grandes transformaciones técnicas y sociales. Es esta una correspondencia imaginaria que honra la memoria de Jane y Anna, representantes de un universo desaparecido que aún palpita, cómplice de nuestros deseos y temores más actuales. Las autoras Eugenia Tusquets y Marga Iriarte han tenido el acierto y la valentía de recrear con brillantez un epistolario heterodoxo y alejado de las convenciones que fascinará a los admiradores de las dos célebres novelas, Jane Eyre y Anna Karenina, porque tiene el aliento de los retratos clásicos.

icons8-person-at-home-50 Editorial Funambulista| icons8-pay-date-50 9 de junio| icons8-shopping-cart-with-money-50 22,00 € |  icons8-open-book-50 288págs | icons8-barcode-50 9788412237177

Libros que deberían estar en castellano sobre la familia Brontë

¡Hola a todos!

Si en la entrada anterior os hablaba de algunos libros que están fácilmente disponibles en castellano sobre la familia Brontë, ya fueran biografías o incluso sus vidas noveladas, en esta ocasión vamos a conocer algunos libros que, desde mi punto de vista, podrían traducir las editorialeso para ampliar un poco la variedad de títulos disponibles.

Lógicamente, libros en inglés hay muchísimos, seguramente dos personas interesadas en los Brontë y que lean en inglés no elegirían los mismos. Por este motivo, sí que os pondré la portada de los que yo considero más relevantes y luego iré mencionando algunos más a lo largo del texto.

Empezando por Charlotte Brontë, ya comenté que la única biografía al uso disponible sobre ella en castellano es la publicada por Elizabeth Gaskell en 1857. Al ser amigas, ya podemos suponer que existe un cierto sesgo en la forma y elección de las cosas que cuenta. En inglés hay muchísimas biografías de Charlotte, es claramente la Brontë sobre la que más se ha escrito, pero destacan algunas en el panorama. Además de la de Rebecca Fraser, publicada en 1988, o la archiconocida de Lyndall Gordon publicada en 1994 (y que incluso se tradujo al castellano un año después aunque sea casi imposible de encontrar hoy en día), la que personalmente más me gusta es la de Claire Harman, publicada en 2015. Todas aportan algo nuevo y diferente, anécdotas que en otras biografías no estaban incluidas o detalles más personales, pero a grandes rasgos, es la que me encantaría ver traducida al castellano. Hice también mención a las biografías noveladas, donde podemos conocer a la protaginista de una forma un poco más cercana, y una de mis preferidas en inglés es The secret diaries of Charlotte Bronté, de Syrie James que también publicó una similar de Jane Austen con cierto éxito.

Siguiendo con Anne Brontë, debido al 200 aniversario se publicaron algunas biografías más que se sumaron a las ya existentes, aunque, desde luego, no hay tantísimas como sobre Charlotte. La biografía escrita por Samantha Ellis, publicada en 2018 y titulada Take courage, es posiblemente la que yo recomendaría para empezar a leer sobre ella. Otras recomendables podrían ser la más antigua de Nick Holland o la última que ha publicado este mismo autor, Crave the rose, que todavía no he podido leer y que parece ser incluye cosas novedosas sobre ella.

Seguimos con Branwell Brontë, el hermano «desconocido». Normalmente los lectores solo quieren leer sobre las tres hermanas, no sobre él, por lo que tampoco encontramos demasiadas opciones. Más allá de la biografía escrita por Daphne Du Maurier (autora de Rebecca) a principios de 1970, en el año 2020 salieron un par de libros más. Dado que aunque sí tengo uno en papel no he leído ninguno de los dos voy a optar por recomendar el que me parece más completo, The life and work of Branwell Brontë, de Austin Norwood. El otro es Branwell, de Douglas A. Martin. Si algún lector los conoce o nos quiere contar su experiencia en los comentarios, bienvenidos serán.

Acabamos con los hijos de la familia Brontë con Emily, sobre la que tampoco hay demasiadas cosas escritas. Sí me olvidé de mencionar en la entrada anterior una biografía suya escrita por Winifred Gerin, que sacó la editorial Atalanta en 2008. Al contrario de lo que sucede son sus hermanos, al menos sobre ella sí tenemos alguna cosa disponible. Otra de las más conocidas es A life of Emily Brontë, de Edward Chitham, también anterior a la década de 1990 y que ni siquiera en inglés es muy fácil de encontrar. Parece casi irónico que se diga siempre que Anne es la hermana olvidada cuando hay tantas lagunas y falta de información sobre la vida de Emily.

Después de hablar de los hijos, vamos a pasar a hablar del resto de la familia. De Patrick Brontë, el padre, hay poquitas opciones, aunque destaca una escrita ya hace tiempo, Patrick Bronte: Father of Genius de Dudley Green, pero como tampoco la he leído no puedo aportar nada más a este respecto. De Maria Brontë, la madre, salió recientemente un libro que nos cuenta su pasado, cómo conoció a Patrick y la corta vida que tuvo junto a sus hijas, The mother of the Brontës, escrito por Sharon Wright y que considero que es bastante razonable. De la tía, Elizabeth Branwell, que tuvo un papel importante en la educación de sus sobrinos, tenemos también un libro publicado hace no mucho tiempo por Nick Holland, igual que hay otro sobre la ascendencia familiar titulado Western Winds, de Edward Chitham, otro de los nombres recurrentes en cuanto a estudios sobre esta literaria familia. Así como curiosidad, hay también un libro sobre los editores de las hermanas Brontë, que no aporta gran información sobre ellas pero al menos el punto de vista es novedoso y aporta más información sobre su entorno más cercano.

He querido dejar para el final la que tal vez sea la obra maestra sobre la familia Brontë y que todavía no está publicada en castellano (y debería). Es, ni más ni menos que The Brontës de Juliet Barker. En este libro de más de mil páginas y que ha sido incluso revisado para incluir nuevos datos y detalles, es considerado por muchos como el texto de referencia imprescindible sobre la familia. Hay información de prácticamente cualquier cosa que os pueda venir a la cabeza y no comprendo como todavía no se ha traducido. Desde luego, si una editorial tuviera que elegir solamente uno de esta lista, por favor que sea este.

Tal y como he dicho al principio, libros en inglés sobre la familia Brontë hay infinitos, escritos prácticamente desde la muerte de sus principales miembros hasta publicados este último año y podríamos pasarnos horas hablando de todos ellos. Se quedan en el tintero algunos como The Brontë Myth, muy interesante para comprender cómo alcanzó semejante éxito esta familia o A Brontë Encyclopedia y The Oxford Companion to the Brontës, diccionarios que sirven para hacer consultas muy concretas.

Con esta pequeña selección espero que si alguna editorial me lee se anime a publicar algunas de estas pequeñas maravillas que todavía no están disponibles en castellano y que esta misma entrada os sirva para buscar nuevas lecturas sobre los Brontë, aunque tengan que ser en inglés.

Nos vemos.

Jane Eyre – traducción en Novelas Eternas

¡Hola a todos!

Después de haber comentado que la novela de Jane Eyre estaba disponible dentro de la colección que ha sacado RBA de Novelas Eternas, llega el momento de comentar la traducción.

Jane eyre RBA

Queda claro que todas las traducciones de una novela contienen siempre toques personales del traductor, hay modificaciones, hay cambios de sentido y en muchos casos, y por desgracia, ciertas omisiones. Ya comenté en su día cuales me parecían a mí las mejores traducciones de Jane Eyre, a través de las primeras líneas, y no a todo el mundo tiene por qué gustarle la misma.

En este caso la traducción de esta colección de RBA es de Benjamin Briggent, la misma que usa la editorial Plutón y que aparece en unos cuantos libros clásicos. He de decir que no he leído la novela completa en esta versión ni la he comparado en detalle con otras versiones que ya tengo, pero parece ser que, como sucede en algunas ocasiones, podría estar basada en otras traducciones previas (como es el caso de la traducción de Plutón de Mansfield Park atribuída también a Briggent).

Dado que no es sencillo encontrar las primeras líneas de esta versión de RBA, me he tomado la molestia de dejarlas aquí por escrito, para que vosotros mismos podáis compararla con otras versiones y decidir si os merece la pena tenerla en casa (aunque sea como adorno, que al menos bonita es) o os apetece más leer otra traducción.

 

Ir de paseo aquel día fue imposible. Entre la maleza, jugamos durante una hora por la mañana, pero después de almorzar (cuando no había personas de fuera, Mrs. Reed almorzaba temprano), el aire frío de invierno vino acompañado de una lluvia tan fuerte y unas nubes tan oscuras, que se desvaneció toda probabilidad de salir a pasear.

Eso me hizo feliz. Los paseos largos no me agradaban, sobre todo en esas tardes de invierno. Cuando anochecía, volvíamos de ellos y yo siempre regresaba con los dedos entumecidos, con el corazón afligido por las reprimendas de la niñera Bessie y vejada y ofendida por la conciencia de mi contextura física inferior respecto a los Reed: Georgiana, John y Eliza.

Alrededor de su madre, que estaba junto al fuego, reclinada en el sofá, se agruparon en la estancia los tres, John, Georgiana y Eliza. Con sus hijos en torno a ella (que en ese momento no peleaban ni molestaban), daba la impresión de que mi tía se sentía completamente dichosa. Me eximió a mí del compromiso de unirme a los demás, comentando que se veía en la obligación de mantenerme alejada hasta que Bessie le dijera, y ella pudiera comprobarlo, que yo me esforzaba en ser una pequeña obediente y en obtener mejores modales. Mrs. Reed se sentía obligada a excluirme de las prerrogativas reservadas a los pequeños buenos y obedientes mientras yo no fuese más abierta, más sociable, menos arisca y esquiva y, en todos los sentidos, una niña más agradable.

Como aspectos que no me gustan mucho, hay frases que suenan a traducción demasiado literal («cuando no había personas de fuera…») y tampoco me agrada que aparezca «Mrs. Reed» en vez de Sra. Reed, entre otros detalles.

Aunque como ya he dicho no he podido leer todavía esta versión de RBA, sí la he ojeado un poco por encima y no me ha parecido que tenga una gran calidad. Ante la duda, y si buscáis leer una buena traducción, os recomiendo mirar bien quién ha traducido la novela y buscad información sobre esa persona, porque  veces son seudónimos que ocultan traducciones bastante malas, como ya pasó con Ediciones B, que se animó a publicar una de las peores traducciones de Jane Eyre (la de Juan G. de Luances) bajo un seudónimo inventado.

Sin mucho más que decir, os recuerdo que si no pudisteis haceros con esta edición cuando salió a la venta en quioscos, se puede comprar a través de la página web por el mismo precio (9,95€).

Nos vemos pronto (espero) en una próxima entrada.

Los libros y lecturas de Charlotte Brontë

¡Hola a todos!

Después de haber visto un buen número de ediciones de Jane Eyre en distintos idiomas, es el momento de descubrir algunos de los libros a los que Charlotte Brontë tuvo acceso.

Quienes hayan leído Jane Eyre, o incluso cualquiera de las novelas escritas por las hermanas Brontë, habrán podido notar que a lo largo de la novela se van mencionado de forma directa e indirecta muchos libros que los propios protagonistas habían tenido en su poder o habían leído. La influencia de la literatura y la lectura, tanto contemporánea como de épocas anteriores, queda patente en las novelas y precisamente en este hecho quería centrarme hoy.

A pesar de que en aquella época había notables diferencias de educación entre mujeres y hombres, y que el estudio intensivo de las novelas clásicas estaba reservado a los hombres,  la familia Brontë contaba con una extensa biblioteca en la rectoría a la que los hijos podían acceder libremente. Los libros estaban ordenados en función de su estado de conservación, en el estudio de Patrick Brontë se podían encontrar aquellos bien encuadernados y los que mostraban señales de haber sido leídos numerosas veces, se encontraban en el dormitorio. Entre los volúmenes presentes en la casa había tanto obras clásicas de género serio como escritos más ligeros de autores como  Walter Scott, los poemas de Wordsworth o de Southey.

Ya desde muy pequeños todos los hermanos demostraban amor por la lectura entre otras aficiones, tal y como se puede ver en esta historia escrita por Charlotte en el año 1829.

Una vez papá dio un libro a mi hermana Maria. Era un libro antiguo de geografía. Ella escribió en su hoja en blanco: «Papá me ha dado este libro». Es un libro de hace ciento veinte años. Lo tengo delante en este momento.

Por estas fechas Charlotte también se dedicó a escribir varios mini-libros, aprovechando recortes y fragmentos sobrantes de papel en los que, con una letra diminuta, iba escribiendo poemas, canciones, historias, conversaciones y donde también dibujaba pequeñas ilustraciones y mapas. Algunos de estos textos se pueden ver escaneados en la Biblioteca de Harvard.

050914_bronte_books_132_605.jpgFuente: https://news.harvard.edu/gazette/story/2014/06/the-genesis-of-genius/

 

Los niños conocían las fábulas de Esopo, Tales of the Genii  de James Kenneth Ridley, Las mil y una noches, El progreso del peregrino de John Bunyan, Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift y por supuesto, la Biblia, libro que Charlotte decía que era su libro favorito. Este fervor religioso quedó también patente en sus novelas y en sus personajes. Al ser una familia donde la religión jugaba un papel fundamental, todos los hermanos contaban con ejemplares de himnos de Isaac Watts y de Salmos de David y en los ejemplares conservados se pueden ver pequeñas anotaciones de sus jóvenes dueños.

Entre los libros disponibles en la biblioteca de su padre, estaban también Paraíso perdido de John Milton (1667), Vida de los poetas ingleses de Samuel Johnson (1779–1781), Las estaciones de James Thomson (1730), Compendio de la historia Romana de Oliver Goldsmith (1730?-1774), Grammar of General Geography del Reverendo J. Goldsmith (1824) o Historia de Inglaterra de David Hume (1754-1762). Así mismo había obras de Shakespeare, William Cowper, antologías de poemas e incluso contaba con obras de Byron, a las cuales, a pesar de sus polémicos contenidos, el padre no les impedía el acceso. Tanto es así que a los 10 años Charlotte era capaz de citar fragmentos de sus obras e incluso los incluía en sus escritos. Seguro que Charlotte también tuvo acceso a las Églogas de Virgilio, a obras de Edward Young (The complaint, or Night-Thoughts on Life, Death, & Immortality)  u Ovidio, entre otros.

The Lady’s Magazine

En general tenían acceso a todos los libros que había en la casa y no había prohibiciones de ningún tipo, ni por rango de edad ni por sexo, aunque sí se sabe que hubo una lectura que Patrick Brontë les censuró, ejemplares de la revista The Lady’s Magazine que habían pertenecido previamente a Maria Brontë, su esposa (revista que se publicó de forma mensual desde 1770 hasta 1847). Realmente  el reverendo no les había prestado demasiada atención a las revistas hasta el momento en que Charlotte empezó a leerlas, pero en ese momento decidió quemarlas todos, ya que contenían “absurdas historias de amor”, destruyendo así uno de los pocos recuerdos de Maria que conservaban las niñas. Otra obra perteneciente a la madre que sí llegó finalmente a estar en poder de Charlotte en 1826 es An extract of the Christian’s Pattern, or a Treatise on the imitation of Christ escrita en latín por Thomas á Kempis y abreviada y traducida al inglés por John Welsey en 1803. Y no solo en casa podían disfrutar del placer de la lectura, también se les permitía tomar prestados libros de la biblioteca de Keighley, una población situada a unos seis kilómetros al noreste de Haworth.

Además la familia Brontë no solamente leía novelas, también leía semanalmente tres periódicos diferentes. El Leeds Intelligencer (periódico conservador) y el Leeds Mercury (liberal) los compraba la propia familia en Keighley. El tercer periódico, John Bull (conservador radical), se lo prestaba el Señor Driver, también les prestaba la publicación periódica Blackwood’s Magazine.

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El 17 de enero de 1831 Charlotte empezó a asistir al colegio de Roe Head, propiedad de la señorita Margaret Wooler y sus tres hermanas, donde aproximadamente unas diez chicas aprendían historia, geografía, literatura, aritmética y nociones de francés, música y dibujo. Allí fue donde conoció a Ellen Nussey, que se convertiría en una de sus mejores amigas el resto de su vida. Durante esas fechas se hizo con un ejemplar del Atlas del Mundo de J.C. Russell (1830) que contaba con 25 mapas coloreados a mano. Ese mismo ejemplar la acompañó en su viaje a Bruselas en 1842. Dicho volumen se encuentra en el Brontë Parsonage Museum (perteneciente a la colección Bonnell, del Archivo Nacional del Gobierno Británico) y en él se pueden ver inscripciones hechas por Charlotte y por Emily. Además, en el interior de dicho libro aparecieron unas pocas páginas de la obra Corinne de Madame de Staël, que probablemente Charlotte tuvo que leer durante su estancia en el internado de los Heger.

Unos pocos años más tarde, y precisamente de la biblioteca de Keighley, Charlotte tomó prestada en 1833 la obra Kenilworth, de sir Walter Scott, publicada en 1821, cuya experiencia comentó con su amiga Ellen por carta:

Me alegra que te guste Kenilworth. En realidad, más parece un romance que una novela: en mi opinión, es una de las obras más interesantes que hayan surgido de la pluma del gran sir Walter. Varney es sin duda la personificación de la vileza consumada; y en la descripción de su mente oscura y absolutamente artera, Scott demuestra un prodigioso conocimiento de la naturaleza humana, además de una sorprendente habilidad para plasmar sus ideas haciendo así a otros partícipes de ese conocimiento.

Existe también constancia de una carta que Charlotte le escribió a Ellen Nussey el 4 de julio de 1834 en respuesta a una carta suya donde le pedía recomendaciones de lecturas. La respuesta de Charlotte deja claros sus amplios conocimientos en el tema, siendo capaz de discriminar entre distintas obras de escritores, mostrando sus preferencias y dando a la vez su opinión.

(…) Me pides que te recomiende algunos libros para leerlos atentamente. Lo haré lo más brevemente que pueda. Si quieres poesía, que sea la mejor; Milton, Shakespeare, Thomson, Goldsmith, Pope (si te apetece, aunque a mí no me entusiasma), Scott, Byron, Campbell, Wordsworth y Southey. Que no te asusten los nombres de Shakespeare y Byron. Los dos son grandes hombres, y sus obras son como ellos. Sabrás elegir lo bueno y evitar lo malo; los mejores pasajes son siempre los más puros; y los malos son siempre repugnantes; nunca te apetecerá leerlos dos veces. Omite las comedias de Shakespeare y el Don Juan y tal vez el Caín, de Byron, aunque el último es un poema espléndido; y lee todo lo demás sin miedo. Hace falta una mente realmente depravada para encontrar mal en Enrique VIII, en Macbeth y en Hamlet y Julio César. La poesía romántica, salvaje y tierna de Scott no puede hacerte ningún mal. Ni la de Wordsworth, ni la de Campbell ni la de Southey (al menos la mayor parte); una pequeña parte es ciertamente censurable. De historia, lee a Hume, Rollin y la Historia Universal, si puedes. Yo nunca he podido. De ficción, lee sólo a Scott; después de las suyas, todas las novelas carecen de valor. De biografía, lee la vida de los poetas de Johnson, la Vida de Johnson de Boswell, la vida de Nelson de Southey, la vida de Burns de Lockhart, la vida de Sheridan de Moore, la vida de Byron de Moore, las demás de Wolfe. De historia natural, lee a Bewick y Audubon, a Goldsmith y la Historia de Selborne de White. En cuanto a teología, en eso te aconsejará tu hermano. Lo único que puedo decirte es que te atengas a los autores clásicos y evites lo novedoso. (…)

Charlotte y Anne asistían al colegio de la señorita Margaret Wooler, que fue trasladado en el invierno del año 1837 de Roe Head a Dewsbury Moor, un emplazamiento a menor altura y menos agreste que el Haworth al que estaban las hermanas acostumbradas. Este cambio afectó de manera  profunda a Charlotte, y entre otras cosas, encontró un refugio en la lectura.

Mi vida transcurre de la misma forma monótona y regular que siempre desde que te vi; sólo enseñar, enseñar, enseñar de la mañana a la noche. La mayor variedad que tengo a veces la constituye una carta tuya o el encuentro con un libro nuevo agradable. La Vida de Oberlin y Retrato doméstico de Legh Richmond son los últimos de la segunda categoría. La última obra atrajo poderosamente mi atención y me fascinó extrañamente. Pídelo, consíguelo prestado o róbalo sin demora; y lee la Memoria de Wilberforce, un relato corto de una vida breve sin acontecimientos especiales; nunca la olvidaré; es hermosa, no por el lenguaje en que está escrita, ni por los incidentes que expone, sino por el relato sencillo de un joven cristiano inteligente y sincero.

Aunque ya en el año 1842 Charlotte decía tener escasos conocimientos de francés, cuando tenía 14 años (1830) había sido capaz de traducir el primer volumen de La Henriade, de Voltaire. También sorprendía a sus compañeras de clase al ser capaz de recitar de memoria muchos de los textos que les hacían estudiar.

En el internado de los Heger en Bruselas, donde Charlotte y Emily estuvieron durante el año 1842, el señor Constantin Heger decidió darles clases particulares. Estas clases consistían en leerles en voz alta pasajes de obras francesas Románticas de la época, de autores tales como Lamartine, Hugo, Chateaubriand,  Mirabeau o Delavigne para luego analizarlos exhaustivamente. Durante estas clases también tuvieron que escribir distintas redacciones, de las cuales se conservan algunas (Sacrifice of an Indian Widow, The Nest, The inmensity of God, THe sisege of Oudenarde, etc).

Pasaron los años, y una vez publicada su primera novela, Charlotte no era capaz de hablar prácticamente con nadie de su entorno sobre el éxito que estaba teniendo, pero sí tenía la suerte de intercambiarse correspondencia con otros escritores contemporáneos. Por ejemplo, podemos ver este fragmento de una carta escrita a G.H. Lewes el 12 de enero de 1848 donde hablaban de otra obra famosa contemporánea: Orgullo y prejuicio.

No había visto “Orgullo y prejuicio” hasta que leí vuestra frase sobre él, y entonces conseguí el libro y lo analicé. ¿Y qué encontré? Un retrato de daguerrotipo fiel de un rostro común. Un jardín bien cultivado y cuidadosamente vallado, con límites cuidados y flores delicadas pero ni un atisbo de una fisionomía viva, sin espacios abiertos, sin aire fresco, sin colinas ni cielos azules. Difícilmente me gustaría vivir con esas damas y caballeros en sus elegantes pero confinadas casas. Probablemente estas observaciones le irriten, pero correré ese riesgo.

Claramente los estilos y la forma de ver la vida de Charlotte Brontë y de Jane Austen no tenían mucho en común, por ello era de suponer que una novela como Orgullo y prejuicio no le iba a caer demasiado en gracia.

pride-and-prejudice22Fuente: https://nypost.com/2018/08/29/first-edition-of-pride-and-prejudice-is-going-up-for-auction/

 

Bien es sabido que las hermanas, especialmente Emily, querían conservar su anonimato y por ello empleaban los pseudónimos de Currer, Ellis y Acton Bell, pero en el año 1848 surgió un contratiempo. Tras la publicación de Jane Eyre, Cumbres borrascosas y Agnes Grey, Anne siguió trabajando en su novela La inquilina de Wildfell Hall, y se la envío a sus editores cuando ya casi la tenía terminada. Los editores de Charlotte, Smith y Elder, le escribieron en junio de ese año una preocupante carta donde se mostraban sorprendidos de saber que una nueva obra de Currer Bell iba a ver la luz y que los derechos los tenía otra editorial. La confusión, creada por los editores de Anne y Emily, creyendo que los tres pseudónimos en realidad pertenecían a una sola persona, precipitó el viaje de Charlotte y Anne a Londres para aclarar la situación. En una de las cartas conservadas se puede ver que los editores también empezaron a compartir con las hermanas otras  obras contemporáneas, incluso Charlotte se animaba a hacer peticiones puntuales de obras que habían llegado a su conocimiento.

A continuación os pongo varios fragmentos de cartas donde se mencionan algunos de estos títulos, unos pocos incluso acompañados por una breve opinión de Charlotte.

1848

 El martes por la mañana nos marchamos de Londres cargadas de libros que nos había regalado el señor Smith y llegamos sanas y salvas a casa.

Invierno 1849

 Los libros que me han enviado son realmente muy interesantes. Me han gustado especialmente Conversaciones con Goethe, de Eckermann, Conjeturas sobre la verdad, Amigos reunidos y el librito sobre la vida social inglesa; y desde luego no menos el último. A veces nos atrae un libro por los personajes, no por ninguna inteligencia brillante o peculiaridad asombrosa que ensalcen, sino por el amor a algo bueno, delicado y genuino. El pequeño me parece obra de una dama, y de una mujer amable y sensible, y me gustó. De momento, no piensen en seleccionar más obras para mí; mi provisión no está agotada, ni mucho menos.
Acepto su oferta respecto a Athenaeum; me gustaría mucho echarle una ojeada, siempre y cuando puedan enviármelo sin problema. Lo devolveré puntualmente.

Invierno 1849

 A veces me pregunto qué haría sin ellos; acudo a ellos como si fueran amigos; acortan y alegran muchas horas que de lo contrario serían demasiado largas y demasiado lúgubres; incluso cuando ya no puedo seguir leyendo porque se me cansa la vista, me complace verlos en el estante o sobre la mesa. Todavía soy muy rica, pues mi provisión no está en absoluto agotada. Algunos otros amigos me han enviado libros últimamente. La lectura de La vida en Oriente, de Harriet Martineau, me ha proporcionado gran placer; y he descubierto un interesantísimo tema de estudio en la obra de Newman sobre el Alma. ¿La has leído? Es audaz —puede estar equivocada—, pero es pura y elevada. Nemesis of faith, de Froude, no me gustó; me pareció morbosa, aunque también en sus páginas se encuentran gotas de verdad.

1850

 Me asombra que sepan elegir tan bien; no se lo impediría por nada del mundo. Estoy segura de que ninguna selección que hiciera yo misma sería tan satisfactoria como la que otros hacen por mí tan amable y acertadamente; además, si ya supiera lo que iba a recibir, no sería tan emocionante. Prefiero mucho más no saberlo.
Entre las obras especialmente gratas se cuentan La vida de Southey, Las mujeres de Francia, los Ensayos de Hazlitt, Hombres representativos de Emerson; pero creo que es injusto pormenorizar porque todas son buenas […]. He empezado un segundo librito, Sugerencias sobre la educación femenina, de Scott; también ése lo leo, y con placer absoluto. Es muy bueno; bien razonado y escrito con claridad y acierto. Las jóvenes de esta generación tienen grandes ventajas; me parece que las animan mucho a adquirir conocimientos y a cultivar la inteligencia; en estos días, las mujeres pueden ser reflexivas y cultas sin que las tachen de descaradas y pedantes. Los hombres empiezan a aprobar y a ayudar, en vez de ridiculizarlas y frenar sus esfuerzos por aprender. He de decir que yo personalmente, cuando he tenido el placer de conversar con un hombre verdaderamente intelectual, nunca he sentido que lo poco que sabía se considerara superfluo e impertinente, sino que no sabía bastante para satisfacer la justa expectación. Siempre tengo que explicar: «No busquéis en mí grandes conocimientos; lo que os parece fruto de la lectura y el estudio es sobre todo espontáneo e intuitivo» […].

25 octubre 1850

La caja de libros llegó anoche y no puedo por menos que admirar agradecida la selección: Los ensayos de Jeffrey, La vida del doctor Arnold, El romano, Alton Locke, todos ésos los quería y les doy la bienvenida.
Dice que no me quedo ningún libro; disculpe, me avergüenza mi propia rapacidad: me he quedado la historia de Macaulay y el Preludio de Wordsworth, y Philip van Artevelde de Taylor. Tranquilizo mi conciencia diciéndome que los dos últimos (como son poesía) no cuentan. Ésta es una teoría conveniente para mí; pienso emplearla con relación a El romano, así que confío en que nadie en Cornhill discutirá su validez ni afirmará que la poesía tiene valor, a no ser para los fabricantes de baúles.
Ya he leído la historia de Macaulay, las conferencias de Sidney Smith sobre filosofía moral y el libro de Knox sobre razas. No he visto la obra de Pickering sobre el mismo tema; ni los tomos de la autobiografía de Leigh Hunt. Pero ahora tengo libros para una buena temporada. Me gustan mucho los ensayos de Hazlitt. […]
Ya he leído la mayor parte de El romano. Algunos pasajes poseen una virtud renovadora de la que sólo puede jactarse la verdadera poesía; hay imágenes de auténtica grandeza; versos que se graban inmediatamente en la memoria. ¿Podrá ser cierto que ha aparecido en el firmamento un nuevo planeta, donde todas las estrellas parecían desvanecerse rápidamente? Creo que sí; porque este Sydney o Dobell habla con voz propia, genuina y única. A veces se oye a Tennyson, es cierto; y otras a Byron en algunos pasajes de El romano; pero luego llega una nota nueva —más clara aquí que en cierto poema lírico breve, entonado por un coro de trovadores, una suerte de endecha sobre el hermano muerto— que no sólo encanta el oído y la mente, sino que serena el alma.

De algunos de ellos incluso llegó a hacer extensos comentarios a sus editores por carta y un ejemplo es La vida del doctor Arnold, enviado por sus editores el 25 de octubre y que terminó de leer el 6 de noviembre. Podemos leer su opinión en la siguiente carta:

6 de noviembre 1850

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Acabo de concluir la Vida del doctor Arnold; pero al proponerme exponer mi opinión, conforme a su deseo, la tarea no me resulta nada fácil. No encuentro las palabras adecuadas. No es un personaje que pueda despacharse con unas palabras elogiosas; no es un personaje unilateral; el puro panegírico sería inadecuado. El doctor Arnold (en mi opinión) no era absolutamente angelical; su grandeza estaba fundida en un molde mortal; era un poco severo, casi un poco duro; era vehemente y algo combativo. Trabajador infatigable, no sé si habría entendido o aceptado con indulgencia un temperamento que requiriera más descanso; pero ni un solo hombre entre mil tiene una capacidad para el trabajo tan descomunal como la suya; me parece el trabajador más grande del mundo. Quizá fuera riguroso en ese punto; y, suponiendo que lo fuese, y un poco apresurado, estricto y categórico, creo que ésos fueron sus únicos defectos (si es que puede llamarse defecto lo que en modo alguno degrada el carácter de la persona, sino que sólo tiende a oprimir y presionar el carácter más débil de sus semejantes). Después vienen sus cualidades. Sobre éstas no hay nada dudoso. ¿Dónde podemos hallar justicia, fortaleza, independencia, fervor y sinceridad más plenos y puros que en él?
Pero eso no es todo, y me alegra decirlo. Además de su elevada inteligencia y de su rectitud sin mancha, sus cartas y su vida atestiguan que poseía el amor más sincero. Sin él, por mucho que lo admiráramos, no podríamos amarlo; pero con él creo que lo estimamos mucho. Cien hombres iguales, cincuenta, no, diez o cinco hombres tan rectos como él podrían salvar cualquier país; podrían defender victoriosamente cualquier causa.
Me ha impresionado también la dicha casi ininterrumpida de su existencia; una dicha resultante sobre todo del recto empleo que hizo de la salud y el vigor que Dios le había dado, pero también en parte de la singular exención de las penas amargas y profundas que casi todos los humanos tienen que soportar. Su esposa era lo que él deseaba; sus hijos eran sanos y prometedores; él mismo gozaba de una salud excelente; sus empresas se vieron coronadas por el éxito; hasta la muerte fue buena —pues, por muy intensos que fueran los dolores de su última hora, fueron bastante breves—. Parece que la bendición de Dios lo acompañó desde la cuna hasta la tumba. Es de agradecer que se haya permitido a un hombre vivir una vida así.

Cuando ya los primeros libros publicados por las hermanas Brontë ya habían visto la luz y alcanzaron cierto éxito, Charlotte continuó leyendo más libros de autores contemporáneos, entre ellos las obras de la que luego se convertiría en una de sus amigas, Elizabeth Gaskell. Cuando estaba terminado el segundo tomo de Shirley, su segunda novela publicada, cayó en sus manos un ejemplar de Mary Barton, la primera novela de la citada autora, que le llamó poderosamente la atención debido a la similitud de ideas y pensamientos entre ambas. En julio de 1853 también pudo leer Cranford, una novela que retrata, con toques de humor y afecto, los valores y costumbres de la época. De estos hechos queda constancia en una de las cartas que se intercambiaron, compartiendo sus experiencias a la hora de escribir, hablando sobre sus enfoques y sobre cómo ignorar la presión que sentían al saber que su obra podía influir sobre los lectores.

9 de julio de 1953

¿Le resulta fácil a usted que tiene tantas amistades, un círculo tan amplio de conocidos, cuando se sienta a escribir, aislarse de todos esos vínculos y de sus agradables asociaciones, y ser usted misma, independiente, ajena por completo a la noción de cómo puede afectar su obra a otros, a la censura o la comprensión que pueda provocar? ¿No aparece nunca ninguna nube luminosa entre usted y la Verdad estricta, tal como usted la conoce en su fuero interno lúcido y claro? En una palabra, ¿no siente nunca la tentación de hacer a sus personajes más amables que la Vida, por la inclinación a igualar los pensamientos propios a los de quienes siempre se sienten amables aunque a veces dejan de ver justamente?

Visto todo esto, no es de extrañar que las hermanas Brontë se dedicaran a plasmar sus historias sobre el papel, habiendo disfrutado tanto del trabajo que otros autores habían creado, superando las dificultades que ser mujer y querer ser escritora entrañaban en la época. Queda claro que hace falta agradecerle a su padre y a su entorno que alimentaran tanto esa pasión por la lectura ya que gracias a ello, o al menos en parte, podemos ahora disfrutar nosotros de sus libros.

Para saber más: 

  • Charlotte Brontë, a life, Claire Herman
  • A life in letters, Juliet Baker
  • La vida de Charlotte Brontë, Elizabeth Gaskell
  • The Brontës in Brussels, Helen MacEwan
  • Charlotte Brontë, a passionate life, Lyndall Gordon

Jane Eyre por el mundo: Vietnam

¡Hola a todos!

Tras un breve parón veraniego, en el que he estado recopilando más ediciones chulas que enseñar, volvemos con las entradas de Jane Eyre por el mundo. En esta ocasión nos toca viajar hasta Vietnam, un país asiático pequeñito pero con un idioma muy interesante (y seguro que nada fácil de pronunciar).

Como suele pasar, esta edición es bastante sencillita, no contiene ilustraciones en el interior, aunque la primera letra de cada capítulo es mona, pero es en esta ocasión la portada la que me parece una preciosidad, haciendo alusión a la famosa frase de «No soy un pájaro, ni estoy atrapada en una red: soy un ser humano, con voluntad propia.»

Sin mucho más que añadir, vamos con las fotografías del exterior y del interior.

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Novedad octubre: Infernales de Laura Ramos

Buenos días a todos.

Hoy os vengo a anunciar una novedad que saldrá a la venta en España de la mano de la editorial Taurus el día 17 de octubre de 2019, se trata de Infernales: La hermandad Brontë de Laura Ramos.

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La autora, Laura Ramos, nació en Buenos Aires, en Argentina este libro ya se publicó en mayo del año pasado, y ahora le ha tocado el turno a España.

Se publicará, como he dicho, el día 17 de octubre de este año. Os dejo aquí algunos datos más:

 

Sinopsis:

En un inhóspito y alejado pueblo de Inglaterra, a mediados del siglo diecinueve, tiene lugar un suceso extraordinario: tres muchachas pobres y poco saludables se convierten en novelistas de fama mundial. Escribiendo desde la infancia, las Brontë -Charlotte, Emily, Anne-, junto con Branwell, único varón en la cofradía de hermanos, componen poemas, cuentos y obras de teatro por los que desfilan reinos y batallas, crímenes y ardides, parentescos dudosos y amores prohibidos. Con el tiempo, Charlotte llegará a ser una celebrada autora; Emily mantendrá el anonimato mientras su Cumbres Borrascosas escandaliza Gran Bretaña; Anne publicará La inquilina de Wildfell Hall, una de las primeras novelas feministas; Branwell, poeta maldito, llevará el ideal romántico hasta los límites de la autodestrucción y será increíblemente proscripto de la historia.